viernes, 25 de marzo de 2011

Lo que me queda por vivir


Lo que me queda por vivir no entrará en la historia de la literatura como una novela sesuda, tampoco creo que lo pretenda. Sin embargo es una excelente novela. Da gusto leer cosas así, vale cualquier sitio, la longitud del sofá, el asiento de la marquesina, de pie en el tranvía. Está bien escrita, crea ambientes con facilidad, habla de gente a la que se quiere y gente a la que sólo se soporta; en cualquier caso, gente corriente, personajes diarios, vidas vecinas. A veces son solo pinceladas y da gusto, otras son esbozos retocados continuamente y acaban siendo verdaderos retratos. Una novela en la que viniendo a cuento se dicen cosas como “Qué difícil era y es traicionar al grupo y qué fácil ser desleal con uno mismo”; o “jamás se debería hacer el amor cuando el amor hace daño”. Ya digo, hay mucha lucidez en esta novela sin pretensiones y repleta de guiños, varios momentos de esos en los que, en ese mismo tranvía, uno se ríe espontáneamente, y también otros en los que, ese mismo, busca con disimulo alivio por la ventana. Recomendable.

1 comentario:

pi dijo...

Me encanta Elvira Lindo, y es por esa normalidad de la que hablas. Gracias por recordarla.