jueves, 12 de mayo de 2011

Los enamoramientos de Marías



"Es una novela, y lo que ocurre en ellas da lo mismo y se olvida, una vez terminadas. Lo interesante son las posibilidades e ideas que nos inoculan y traen a través de sus casos imaginarios, se nos quedan con mayor nitidez que los sucesos reales y los tenemos más en cuenta". Pues eso, Los enamoramientos, por ejemplo.

Uno acaba de leer esta novela y tiene la impresión de que todo lo bueno que se dice de Javier Marías es merecido. Este hombre tiene una capacidad extraordinaria para fabular razonando, casi sin moverse del sitio, casi sin trama, sin personajes; sólo con las palabras y cuatro (mil) libros construye una historia envolvente y pegajosa que es, sobre todo, una reflexión continua sobre el enamoramiento, pero también sobre la muerte, el conformismo, la impunidad, la ausencia, la presencia de la ausencia, la soledad, la insatisfacción…

Es extraordinaria la facilidad que tiene Javier Marías para enhebrar con lucidez lo que, aparentemente, le va llegando a la cabeza, para reflexionar sobre lo que ha leído, para enseñar a leer (Shakespeare, Balzac, Dumas), para convertir al lector en escritor, para despertar admiración y para estar en todos los sitios sin moverse de su casa.

En Los enamoramientos tampoco falta ese humor suyo, particular, un poco previsible, y nos reímos con él del profesor Rico y de ese otro pirado que sigue utilizando la máquina de escribir y al que después hay que escanearle los textos; o del gremio de pirados que se levantan de la misma forma que se acostaron, pensando en sus cosas imaginarias; o del colmo del pirado, convencido (y convincente, para el editor) de que se merece el Nobel, etc, etc.

En fin, una novela sobre la que se ha escrito mucho y sobre la que se va a escribir mucho más, entre otras cosas, porque Javier Marías lleva muchos años en estado de gracia.

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