martes, 18 de septiembre de 2012

Felicidades


El azar, o la suerte de la mala suerte de nuestros mayores, quisieron que fuéramos vecinos. Los dos únicos niños, y huérfanos, con un enorme descampado a la redonda. Despertamos juntos a la adolescencia, ella por delante, sabía más y lo había aprendido todo en las fotonovelas Lancio y en el internado de las monjas. No debía tener más de trece años y ya era la encargada de su casa. Yo me iba con ella a hacer los deberes, pero como no le gustaban nada, nos poníamos a jugar a las revistas. Se sabía los diálogos de memoria, tenía la habitación forrada con recortes de Franco Gasparri y Max Delys, y tras la puerta, un póster grande de Kirk Morris en pose de boxador. Por necesidades del guión yo unas veces hacía de Delys y otras de Gasparri, pero ella siempre de Ornela Pacelli, en eso era intransigente.

¿Y qué vas a ser de mayor?, me preguntaban las visitas. Pero como yo cambiaba de profesión con la periodicidad de las fotonovelas de María Ángeles, en casa empezaron a adelantarse a mis respuestas: No sabe lo que quiere. Y era verdad, yo nunca quise ser médico, ni policía, ni piloto, yo lo que quería ser es lo que fuera Franco Gasparri.

Luego la mala suerte se siguió cebando con ella. Me contaba sin demasiado detalle los pormenores de la hemodiálisis, sus ingresos en Madrid, los trasplantes, los rechazos, pero, siempre enamorada, se entretenía con deleite en los enredos de la ilusión.

Hoy hacía los años, me acuerdo de una tarde tal como esta, al llegar a su casa tenía preparada una tarta de galletas, leche y azúcar, y una fotonovela nueva: Heros Zamora, Max Delys y Maria Antonietta. Los tres murieron jóvenes, como ella.

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